sábado, 31 de julio de 2010
Remando en dulce de leche rancio
No se si llamarlo "crisis", pero los post en este blog se han ido espaciando. Seamos sinceros: pese a las ventas record, las marcas no responden a la atención que el mercado pone sobre sus productos con lanzamientos que se correspondan con el nivel de ventas. Se llama mezquindad: a lo sumo versiones de modelos ya existentes. Alguna 4x4 en versión 4x2, un olvidable rediseño de trompa, y así. Pero tengo que reconocer que, mas allá de las ocupaciones, digamos, rentadas, me cuesta un poco escribir en este espacio: el camino que las terminales han elegido, ese de juntarla con pala e invertir el billetito que se cae, lejos de disiparse, parece profundizarse, y parece que vamos a tener de aquí a años por delante esos horribles modelos brasileros, muy respetables, pero impropios al mercado argentino, igualmente respetable. En Autopeste creemos que Argentina y Brasil son como dos vecinos que no tienen nada que ver entre sí, pero a los que obligan a asociarse por el sólo hecho de ser vecinos, y el mas rico impone las decisiones. Como esas películas norteamericanas tipo "Extraña Pareja". Ya ni siquiera caretean con la idea de que les interesa nuestro país. Estos autos parece que han venido a quedarse y generar una cultura automovilística en ese sentido. De modo que no es raro que el Gol Trend sea el auto mas vendido o que nuestros hijos o nietos mueran por tener una pick up pequeña. Y cansado de ver lanzamientos de autos que cada vez se parecen mas a supositorios con ruedas, con ventanillas diminutas, con líneas y nervaduras ociosas, parrillas desmesuradas buscando la personalidad que el talento de los diseñadores no pueden otorgar, sobreabundancia de plásticos negros, de tapizados negros, de marcos de puertas negros, con motores del año del jopo, plataformas antiguas y precios similares a los que en origen ocupa el mismo nicho de mercado, junto al escaso o casi nulo ejercicio de la crítica por parte del "periodismo oficial" cuya obsecuencia con las marcas ya alcanza el hastío, al menos por repetida, me he desilusionado un poco. Al punto que me siento remando en dulce de leche y sintiendo que ya nunca volveré a sentir ese goce estético que sentía ante un lanzamiento nuevo, al tocar un auto bello y querer comprarlo aunque mis posibilidades no lo puedan alcanzar. Porque ni se constituyen en un objeto de deseo. Porque en un país donde los diseños propios nunca abundaron porque nos convencían de que eran mejores los diseños norteamericanos, alemanes, ingleses, franceses, italianos que las marcas traían de sus lugares de origen, hoy nos quieren convencer de que, en reemplazo de todos aquellos, el diseño brasilero es la única opción, cuando en el mejor de los casos, proviniendo de un sólo origen, se empobrece el mercado, al menos en el segmento de precios que puede alcanzar un simple ciudadano con un sueldo mas o menos bueno. Porque si se trata de fabricar autos que no se corresponden con los que cada marca fabrica en origen, aprovechemos y desarrollemos nichos de mercado que han sido tradicionalmente exitosos en la Argentina. Por ejemplo, no hay coupés. Claro, con u$s 200 mil uno se compra un Porsche, pero no es ese el tema. Una coupé, como la Taunus, Dodge, Chevy... ¿no se puede desarrollar un Focus Coupé? Ni siquiera hay algo deportivo. No hay un auto mediano familiar popular, con servicio en todo el país, mecánica relativamente sencilla y repuestos que no cuesten un Potosí. Se persiste en importar autos que en origen son relativamente baratos, pero que, importación mediante, se hacen caros, entonces se lo dirige a un mercado "exclusivo", cuando en origen está "ahí". En pleno reino de las 4x4 no hay una "Estanciera": una rural -no doble cabina donde la carga se te moje o se te embarre- polivalente y relativamente económica, que pueda pasar de "auto" a "utilitario" fácilmente sin que la carga te arruine los plásticos interiores. La F100, orgullo argentino, murió, o la mataron. Junto a la C10 y alguna otra. Que no me digan que la reemplazaron por la Ranger, que es mucho mas chica y cuesta mas. Se eliminó el segmento A. Como mucho, alguna marca lanza algún auto del segmento B con casi nulo equipamiento y en las publicidades dicen que es un "segundo auto", o "para los jóvenes", como si marcas que han consolidado su fama fabricando autos baratos sintieran vergüenza de venderle un auto al laburante que sólo puede llegar a eso. Así, en el interior un Fiat 600 o un Citroën 3 CV pueden costar 20 mil pesos, o la gente se compra peligrosos ciclomotores. No se investigó un nicho de utilitarios de primera motorización, no se piensa en energías alternativas. Y cuanto mas se vende, a diferencia de otros tiempos, no hay autos que no sean grises, o grises azulados, o grises verdosos, o grises amarillentos. Y ni hablar de elegir el color del tapizado, y ni soñar con otro color de tablero. Y ni siquiera se menciona la necesidad de establecer normas que midan el nivel de seguridad. Esa deliberada mediocridad me hace replantear la continuidad de Autopeste, porque me empiezo a sentir cada vez mas lejos de eso que llaman industria automotriz, y me niego a ser un nostálgico de algo que, lejos de ser glorioso, era, simplemente, normal. Porque no me banco que la gente corra como moscas a un dulce de leche que resulta agrio, poco y caro, pero que una vez que se lo comen lo perciben como el mejor Chimbote, acaso porque nunca probaron Chimbote. Porque han logrado que para mi y para vaya a saber cuántos, un auto sea como una cortadora de césped: a nadie le importa qué marca sea una cortadora de césped, ni de qué color esté pintada, ni si se diferencian en el diseño, ¡ni el diseño mismo!, sólo que cumpla con su función. Entonces, para qué hablar de cortadoras de césped.
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