sábado, 9 de octubre de 2010

Auto-Paraíso-Clásica

Quien esto escribe, lo hace hoy, tecnología mediante y maravillado, desde AutoClásica. La ya tradicional feria de autos clásicos que se realiza en los jardines del Hipódromo de San Isidro pone lágrimas en mis ojos y despierta nuevamente esa pasión por estos verdaderos autos. Ese olor a cuero, a pintura usada, a caucho, a aceite y todos esos olores mezclados, es un renacer espiritual para mí. Sumados a estos añosos árboles y el entorno de espacio libre y abierto me hacen sentir profundamente relajado. Pero permítanme recordarles la primera vez que acudí a esta muestra, que fue en su primera edición, con mi habitual descreimiento y el prejuicio del lugar donde se realiza. No había mucha gente, un fin de semana lluvioso. Entré y ni bien superé el sector de ingreso, mi corazón comenzó a dar saltos en mi pecho. Aquellas marcas que apenas eran un eco en mi memoria, algunas sólo una foto: Cord, Riley, Elea Francis, Morgan, Rugby, Hansa, los Jaguar XK, Austin, Packard, y casi todas las marcas inglesas, y pido disculpas por las que me salteo, no sólo no eran un recuerdo, sino que allí estaban, se podían tocar y ¡había con quién hablar de ellos! Ni la lluvia ni el consiguiente barrial me frenaron. Con mi precario paraguas, -me mojé, y mucho-, pude sentir algo que nunca antes había sentido. De ciertos autos raros había no sólo uno, ¡sino varios! Y yo, como un nene en una juguetería, babeado ante esas bellezas. Por supuesto, no falté mas a AutoClásica. No importa quién lo organice, ni el costo de la entrada (para mi siempre exiguo) pero nunca tuve el valor de pedir que me dejen entrar de favor. Ustedes pensarán que esta apasionada nota es una invitación a que vengan en masa a AutoClásica. Pues, no. Todo lo contrario. No vengan a AutoClásica, ni vengan jamás. Ni se asomen. Si quieren seguir apreciando los autos que vemos por nuestras calles, que nunca estarán en estos pasillos, paridos del desamor para con el usuario, con una mano en el corazón y estas lágrimas de Victor Hugo Morales relatando el gol de Diego a los ingleses, de quien ha tenido un episodio de cercanía a la muerte y ha visto el Paraíso y al volver todo le parece gris, les pido que no vengan y puedan seguir sintiendo que la mediocridad es la misma vida, sólo para seguir viviendo.