lunes, 22 de febrero de 2010
Pechito, y una corazonada.
Mientras en la Argentina la actividad automovilística comienza a ponerse en marcha, desde algún lugar de los Estados Unidos primero y desde su casa en Córdoba después, Pechito López se habrá preguntado si no tendría que estar subido a uno de esos autos que el año pasado lo vieran descollar en nuestras pistas. Claro, la cosa venía mas o menos bien y Pechito se iba a subir a un USF-1, pero la escudería se pinchó. (¿Acaso porque todo el proyecto era un poco endeble?) Comenzó entonces un vergonzoso empecinamiento contra reloj por ver si conseguía una butaca en la "máxima categoría". Porque pareciera que hay que elegir entre dos vergüenzas: la de volver al pago con las manos vacías o la de andar rogando por un lugar en algún equipo de olvidable campaña. Y ahí anda Pechito, luego de esperar en la cola del colectivo, seguro de que subía, el chofer arrancó antes cuando ya tenía un pie en el estribo, y lo vimos correr detrás del bondi con lo que llevaba en la mano cayéndosele en el pavimento y los papeles volando. Y a esta altura ya anda corriendo cualquier colectivo, tratando de subir por la puerta trasera, llamando remises y manoteando taxis. Me pregunto si es necesario que un buen piloto tenga que pasar por esto, y todo para subirse a una segura batata con la que en un día de suerte va a clasificar, y va a andar penando por la pista, con gomas muy usadas y sin posibilidad de probar demasiado para girar y ganar vueltas en la Formula 1 de hoy, que no será gran cosa, pero conserva el nombre. ¿O todo esto no terminará con el Estado Nacional poniendo más plata aún para que Pechito termine corriendo en una escudería lamentable, o peor aún, en una categoría menor? Ay, me late el Pechito...
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